PALMARIN Y LA PETITE COTE

Salir de Dakar en el transporte local es siempre una aventura, una vez llegados a la “estación” (de lejos parece un cementerio de coches) hay que lidiar con multitudes de vendedores, embotellamientos de kilómetros, gente que busca comisión por decirte buenos días, gente que en vez de dirigirte al lugar de salida del mini bus o sept place te manda al coche de su amigo que pretende cobrarte 20000CFA por un viaje que vale 1500… Pero bueno, como ya estamos acostumbrados ahí nos fuimos en uno de esos alegres minibuses de 25 personas camino a Mbour, la ciudad principal de la petit-cote y la segunda más grande de Dakar. Coincidió que era viernes por la tarde y la fiesta de la circuncisión, así que había el doble de tráfico, aunque esto nos sirvió para entablar conversación con Kharim, un senegalés muy majo que iba a pasar las fiestas a casa de su mama en Mbour. Haciendo gala de la hospitalidad habitual acá, Kharim nos insistió en que nos quedásemos en su casa, que su madre iba a matar una cabra y habría comida para todos y así nos podrían enseñar las fiestas locales. A pesar de ser muy tentador rechazamos la habitación porque nos moríamos por llegar a la playa, así que en Mbour cambiamos de transporte a un sept place (que por estas latitudes del país es de nueve plazas en vez de 7). La carretera es de las mas increíbles por las que he ido en mi vida, ya que en vez de carretera era una gran laguna seca que se extendía hasta donde llegaba la vista con vegetación aquí y allá pero, a mi pobre juicio, sin ningún tipo de baliza o señal orientativa que te permitiera seguir un camino definido, aun así, ellos lo hacían. El camino transcurrió entre conversaciones en Wolof e innumerables risas de los locales.

Cuando el taxista nos pregunto dónde nos quedábamos a dormir, menos mal que habíamos apuntado en una hoja, por casualidad, el campamento más barato de la zona. Resulta que Palmarin no era un pueblo sino una comunidad de varios pueblos y campamentos desperdigados por unas tierras llenitas de manglares y playa! El taxista conocía el campamento y nos dejo en mitad de ninguna parte señalándonos la dirección del campamento.

Llegamos al atardecer, el campamento estaba a pie de playa y era precioso.

Cabañas de adobe, habitaciones limpias y amplias, un lujito!!. A la mañana siguiente nos levantamos muy pronto para dar un paseazo por la playa y fue entonces cuando entendimos por que le decían “petit Paradis”, era una inmensa playa de kilómetros de longitud que estaba respaldada por un enorme manglar lleno de pelicanos, garzas, flamencos, gaviotas, correlimos, cangrejos, perros, caballos, burros, lagartos de un metro de largo (Helen perjura que se llaman varanos, yo creo que le dio mucho el sol)…

Al volver sobre nuestros pasos coincidimos con 2 enormes cayucos de pesca que volvían repletos de pescado después de una mañana faenando (bastante cerca de la orilla) unos 10 hombres en cada uno tiraban de las redes que habían dejado por la mañana, a mano, desde la playa, para sacar rayas, meros enormes, mantas y otros “apni” (animales pescados no identificados). Mientras algunas mujeres los iban separando  en la orilla en distintos montones. En este pueblo convivían y compartían todo musulmanes y cristianos, hasta tal punto que cuando unos hacían fiesta por la ascensión por ej. Los otros se apuntaban y hacían fiesta también. La vuelta fue tranquila gracias a un suizo-italiano que pasaba y nos recogió en su todoterreno con aire acondicionado y to!!!!. Y  esoooo!!!!!