SAINT LOUIS Y LOS PARQUES COSTEROS

Una vez dejamos nuestros pasaportes en la embajada de Guinea (tardan unos 3 días en darte el visado) decidimos viajar a Saint Louis (antigua capital de la colonia francesa antes de ser traspasada a Dakar. Se trata de una ciudad-isla rodeada entera por el rio Senegal (frontera natural entre Senegal y Mauritania que nace mas allá de Mali para desembocar en el mar formando una preciosa flecha de arena que ellos llaman la Lengua de los Bereberes o Langue du Barbarie).

Partimos de Dakar desde la estación de “sept-place” (coche tipo ranchera familiar para siete personas) (totalmente vuelto mierda) con Doudou (nuestro amigo-papa senegales), tardamos unas 4 horas en llegar a Saint Louis. Nos alojamos en casa del hermano mayor de Doudou con su cuñada, sus 3 sobrinas, su sobrino y un enano de 5 años, primo de la familia, muy gracioso, al que le hemos enseñado algo de español tipo: “que pasa tio!!” (jejeje). La familia nos ha tratado increíblemente, son muy generosos, nos pusieron una habitación en la terraza con una cama doble y un ventilador gigante, con baño y todo!! Nos han dado de comer estupendamente, desayuno completo, comida, y cena excelente. Comíamos todos juntos del mismo plato gigante (arroz con pescado y verduras, espagueti con carne, arroz con gambas y verduras, albóndigas de pescado picantes con patatas fritas en salsa de tomate…de todo y bien variado). Para el que no lo sepa, como no lo sabía yo, aquí cocinan con aceite de oliva importado de España (flipaaaa) y al carbón.

La ciudad de Saint Louis mola, también de estilo colonial pero algo más decadente que la isla de Gore, hay muchos hoteles y cafés para turistas, pero la verdad es que al final tampoco nos hemos cruzado con tantos.

Lo bonito de este viaje ha sido visitar una reserva de recuperación de fauna autóctona donde vimos tortugas de tierra gigantes, de 68 años aprox, gacelas traídas de Almería (del zoo, que son típicas de Senegal, pero que se extinguieron y ahora solo hay en los zoos europeos) en plena adaptación, vimos también venados de enormes cuernos tumbados a la sombra y un enorme grupo de Orix traídos de un zoo de Canadá estupendamente adaptados a la reserva y la vida en semi-libertad.

 

A la Langue du Barbarie llegamos en cayuco atravesando el rio Senegal, en esta enorme flecha de arena viven un montón de cangrejos amarillos bien bravos, garzas y garcetas, pelicanos (por lo visto hay un montón cuando baja la marea, nosotros solo pudimos ver uno porque la marea estaba altísima, una pena).

Hay que decir que no hemos visitado estos parques en el mejor momento del año que es en Noviembre-Diciembre, cuando todas las aves migratorias de Europa abandonan el invierno europeo para visitar los lagos y lagunas del norte de Senegal, en esas fechas estos parajes deben ser una explosión de color alucinante, con los pelícanos, los flamencos, las águilas pescadoras, etc.

Nos bañamos en el mar, pero la resaca daba miedo de la fuerza que tenía, según pisabas la arena con los pies, esta desaparecía al instante y te quedabas hundida en 2 segundos.

St Louis nos sirvió un poco para empezar a tomarle el pulso al Senegal no urbano, y también para meternos en el día a día de una familia local, participar de sus costumbres, aprender un poco de su cocina y un mucho de su hospitalidad. En cuanto a los niños aquí son increíbles, listos como ajos y a pesar de ni siquiera hablar francés todavía con una capacidad de comunicación y una energía desbordante. Las playas de la Langue de Barbarie son dignas de postal, con la particularidad de que te puedes bañar en la orilla a tus espaldas en agua salada y en la orilla de enfrente en agua dulce, ambas calientes como una sopa, eso sí. Ha sido una pena no poder haber visto los flamencos, quien si los vio fue mi hermano Jesús que llego justo en la época de la migración.

Besos desde Senegal.